jueves, 5 de septiembre de 2013

Por el deleite de un bosque sin senderos


Por: Eva María Pinto - @evamapi


Decidí empezar  con un clásico de amor, y ninguna película representa tan bien este género como Los Puentes de Madison. Confieso que la primera vez que la vi no la encontré emocionante, no me movió el piso para nada y no entendía como mi mamá terminaba llorando al ver esta película. Sin embargo y como suele pasar con muchas películas, cuando la volví a ver en otra etapa de mi vida entendí mejor la historia de un amor tan real pero a la vez tan imposible que sus protagonistas Meryl Streep y Clint Eastwood lograron trasmitir a la perfección.


Cuenta la historia de Francesca, una tradicional ama de casa que vive en Iowa en los años sesenta,  cuando conoce a un fotógrafo de National Geographic , Robert, que viaja a tomar unas fotos de los puentes de la zona para la Revista.

En ese momento su esposo y dos hijos están viajando, y este encuentro se convierte en el mejor episodio de su vida. Viven cuatro días llenos de emociones que devuelven la vitalidad a Francesca y quedan grabados en su memoria para siempre, sacándola de la rutina y brindándole la oportunidad de conocer un amor verdadero, de esos que duran para toda la vida.

Sin embargo, a la llegada de su esposo y sus hijos a la realidad que conoce,  la hace poner los pies en la tierra y toma la decisión de dejar ir a Robert, su amor verdadero para continuar con su vida de mamá y esposa.

Esta decisión no se entiende fácilmente ya que entre los dos viven una conexión única. Un amor que ambos comparten y expresan a través de escenas de la vida cotidiana que logran parecer como las más elaboradas ante sus miradas y esos momentos que viven juntos.

El guión está basado en “The Bridges of Madison County”, novela de Robert James Waller, y se caracteriza por sus frases inolvidables que describen los cuatro días que viven juntos y que cambian para siempre la vida de los dos, como esta por ejemplo:

“Y tú sigues aquí, entregándome la vida en cada suspiro, suplicando por mis besos sin saber que ni siquiera tienes que pedirlos... Porque son tuyos, porque yo ya no soy mía, sino tuya”


Claramente las mujeres que ven esta película terminan llorando, me incluyo y algunos hombres se les alcanza a entrecortar la voz. Y la verdad es que después de tanto tiempo, porque la última vez que vi esta película fue hace más de dos o tres años, sigo sin poder sacar de mi mente la escena final de Robert bajo la lluvia y la mirada de Francesca de despedida y resignación.

Y se viene a mi mente la dedicatoria que él le hace en el libro de fotografía unos años después:

Para F, por el deleite de un bosque sin senderos…

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